domingo, 21 de febrero de 2010



ARQUITECTURA DEL PROYECTO


...Su aspecto era como el de un hombre venido de lejos….

La obra da inicio con un himno al soberano de Uruk, el rey Gilgamesh. Se nos presenta con orgullo su obra más perentoria, la muralla de la cuidad y el Eanna templo del dios Anu[1] y de la diosa Ishtar[2]. Esta presentación en la cual se nos invita a conocer las proezas del desenfadado rey posee un doble carácter. En primer lugar nos habla de “aquel que vio lo más hondo” es decir, que conoció los secretos de la vida, la experiencia humana hasta el límite. “Sha Nagba imuru[3]” Un ser envejecido a quien sus fortificaciones conceden la gloria que no alcanza su mortandad. En segundo lugar y casi de manera simultánea nos alude a esa primera figura del rey, un hombre vigoroso cuyas acciones ganaron tanta reputación y mérito en su momento.

Tenemos este doble relato que se sucede a la par, el mismo hombre es a la vez viril y poderoso pero sabio y atormentado por la resolución de su estampa humana, es decir su destino. Ha encontrado la gloria en los lugares más apartados de su ciudad, y así como ha encontrado la fama, ha encontrado en los confines del mundo la disolución de las empresas y la vacuidad de la niebla de los sueños.

En su mismo nombre, concedido de antemano por los dioses, se adivina su esplendor y se nos asoma la grieta de la incertidumbre. Siguiendo un parámetro de interpretación sumeria podríamos entender el significado del nombre Gilgamesh[4] como <> o alternativamente <>, la ironía o contrasentido del viejo que es joven infundan a esta imagen, siempre duplicada, el carácter dual que se mantiene a lo largo de la construcción del texto.

El relato continúa con la descripción de este rey fabuloso. Los valores que priman en su corazón están muy lejos de la nobleza y de la templanza, el pueblo se queja de su tiranía, de su arbitrariedad y su altanería.[5] No le da respiro alguno ni a las mozas, ni a los mozos, a nadie. Cansado de sus fullerías, el pueblo se queja ante los dioses, y ellos a su vez se quejan con Anu, quien finalmente le reclama a Aruru[6]. Este medio de divulgación establece un paralelo con el Popol Vuh, pues tiene relación con el canal en el cual Ixmucané, por medio del piojo, el sapo, la serpiente y el gavilán da la razón de los señores del Xibalbá a Ixbalanque y Hunahpú. Aquí el mensaje se transmite desde el pueblo hasta llegar a oídos de Aruru, diosa madre creadora de la humanidad, quién para poner fin a los abusos del soberano crea a un “rival”.

“Aruru al oír todo esto, hizo ya en su corazón

Al que Anu tenía dicho:

Aruru se lavó las manos, pellizcó un poco de barro, y lo tiro al erial.

En el erial hizo a Enkidu, al valiente, a la criatura del silencio, al fortalecido por Ninurta.”[7]

Enkidu es creado para contrarrestar los excesos de Gilgamesh. Los símbolos manifestados en su creación evidencian la eterna dicotomía entre dos clásicos principios: la cuidad y el campo. Se nos dice que Aruru creó a Enkidu y lo tiró al erial, seru, palabra (sumeria/acadia?) que designa espalda, estepa o campo abierto. Si tomásemos al joven montaraz Enkidu como la espalda del divino Gilgamesh, como aquello que el soberano fue en un principio y ha olvidado, Enkidu podría ser la memoria que Gilgamesh ya no recuerda, su par en un sentido anterior al del hombre civilizado. Si Gilgamesh mira al frente suyo, reconocerá su creación, su obra urbana, verá a Uruk, el gran corral, recorrerá las calles de Kulaba y estará siempre mirando hacia delante, sin percatarse que a su espalda queda el mundo del cual ha prescindido por olvido y que ahora ha de reconocer; la estepa, el bosque, son testigos ulteriores de su duelo y conmoción. Pareciese como sí la creación de un doble fuera una necesidad que recae sobre un mismo ser, un doble de sí mismo que se extiende en donde los ojos del monarca no comprenden el espacio del destino. La espalda de Gilgamesh es un erial, todo el pasado que lo justifica como rey es una memoria, una huella que desea resucitar.

Al tener presente las imágenes de Gilgamesh y Enkidu, acude a mi mente la figura del arco y la flecha. No conocemos el arquero, quizás podamos suponer que se trata de los dioses, quienes ejercen toda la fuerza en activar una acción, como el disparo del arco. Enkidu, atrás, templado, es el bordòn que une los extremos del arco; Gilgamesh, adelante y dirigido, es la flecha que ha sido disparada, la fuerza común es el vínculo que los une. El arco se dispara y su cuerda vibra con la intensidad de la fuerza, mientras que la flecha ha sido dirigida hacia adelante, hacia la ciudad y el progreso. La cuerda, sin embargo, permanece ondeándose, en ella no hay destino, no hay dirección, es un recuerdo del disparo que se mantiene esperando la temible conclusión del reposo.

Enkidu, como ser creado, otorga a la espalda un nuevo frente, la confronta. Vemos, como dice el especialista sumerólogo Federico Lara Peinado, que :

“El Poema de Gilgamesh es quizá el más típico ejemplo literario de la mentalidad sumero-acadia, persuadida de la validez de su propia civilización, conseguida a fuerza de duro trabajo y en agudo contraste con la primitiva existencia de las gentes que poblaron Mesopotamia.

Uno de los temas capitales, manifestado ya al comienzo del Poema que nos va a ocupar, se centra en describirnos la gravitación mutua de sus dos personajes más relevantes, Gilgamesh y Enkidu, en un proceso de recíproco acercamiento entre civilización y barbarie -venían a ser sus prototipos- y que para tales personajes iba a significar una amistad indestructible.”

La problemática que se esboza en estos personajes es el vivo retrato de la circunstancia histórica de una Mesopotamia del II Milenio que tenía que vérselas con tribus nómadas que acechaban la ciudad, y de las cuales tocaba defenderse a causa de su bestialidad. Gilgamesh es aquí el tirano de la cuidad, mientras que Enkidu representa al tirano de los bosques, el impulso común es, pues, aquel elemento que los vincula tan fuertemente.

De aquí se pasa entonces al encuentro de Enkidu con un hombre, un cazador.

“Un cazador-furtivo el hombre-

se dio de bruces con él en el talud de la balsa.

Ese día, y el siguiente, y un tercero,

se dio de bruces con él en el talud de la balsa;

Lo miró el cazador, se le heló el semblante.”

Este cazador denuncia a su padre la presencia de Enkidu. El padre del cazador sugiere domeñar al montaraz por medio de Shamhat, la cual es una prostituta semisagrada o Harimtu[8], que le rinde culto a Ishtar, para así llevar a Enkidu hacia Gilgamesh. Vemos acá una doble cadena de comunicación, la primera, como vimos anteriormente, es del pueblo hacia los dioses; la segunda, la de los hombres hacia el rey. Recordemos que Gilgamesh es acusado por los hombres, quienes le piden a los dioses que le hagan un rival. Luego, por medio del cazador se presenta una serie de situaciones que conducen a la voluntad del rey: el cazador ve a Enkidu, dice a su padre lo visto, se sugiere a la prostituta y se finaliza con Gilgamesh como cabeza de la secuencia. Al igual que Anu es la cabeza de los dioses, el rey de la ciudad es la cabeza de los hombres.

El deseo de Gilgamesh de conocer a Enkidu hace que se acuda a la prostituta para que éste se convierta en ‘hombre’. La función de Aruru es optimizada, si la diosa crea a <> [9], Shamhat, la ramera, crea a <[10]>>. La diferencia que radica entre estos es que el Llúlu, como nos cuenta el poema babilónico de la creación o Enuma Elish, es un hombre realizado a partir de la reunión de sangre y huesos de un dios rebelde y traidor, Kingu, consorte de Tiamat, es asesinado por Marduk, y utilizado para el propósito de la creación de una raza de seres llamados “Los cabezas negras” cuya finalidad era servir y trabajar para los dioses. Estos seres llevan la herencia de una génesis sino maldita, al menos perniciosa cuya única luz reside en la intervención de EA (Enki en Sumerio) dios de la inteligencia y de la sabiduría, quien moldea a esa especie de “hombres de barro”. Este Lullú es un prototipo humano, pero no un hombre, un hombre real se concibe desde miramientos puramente normativos, para ser ‘persona humana’ en Babilonia hay que aceptar las pautas de la civilización, esto es: vestimenta digna, higiene personal y hábitos sociales y rituales que consignaban al individuo una integridad total con el contexto mágico-religioso y social que se precisaba en el momento. Esto es <>.

Esta estructura, basada en la dicotomía de civilización y barbarie, resume una visión evolucionista del origen del hombre, entre más civilizado es, más apto resulta ser para su humanidad. Este no es un concepto esencial sino modulativo que viene a tomar su lugar de acuerdo a las circunstancias que propicien ese cambio del salvajismo y el zoofilismo a la cultura y a la civilidad como norma. Al fin y al cabo el hombre es una cosa que se inventa a sí misma y descubre cómo ha de producirse para ganarse así mismo la pertenencia.

Sin embargo, no olvidemos que este pensamiento tiene su motor en un hecho común de las primeras civilizaciones, las cuales se concedían a ellas mismas el rótulo de centro del mundo. Todo aquello que quedaba más lejos de sus límites era altamente peligroso e inhumano, al fin y al cabo la ciudad está constituida más en imágenes que en realidades. Entre tanto, la estepa o frontera es asignada como “un punto de impulso“[11] que se forma bajo la noción de un solo punto de vista y que por contraposición recurre a identificar sus caracteres con el título de caos. La frontera en este caso es representada absolutamente por este personaje del erial, este hombre no cultivado en cuyas rutas se trazan también las fronteras invisibles de una lengua, de una religión, de los modos de producción, de los modos de vida, de las ideologías políticas y, asimismo, de las estructuras familiares y sociales. El encuentro de los pares, o de la necesidad del encuentro, los cautiva por igual si a Gilgamesh le ha llegado su hora para detener su comportamiento irresponsable y libertino, a Enkidu, la criatura del silencio, le tocará afrontar -como ‘hombre creado’- una muerte predestinada antes de tiempo[12].

Ya veremos que Enkidu se hace hombre gracias a Shamhat, quien es una mujer tabuizada, o mujer semisagrada que rinde culto a Ishtar en el Eanna, una prostituta. Recordemos que este oficio es sagrado para cierta capa de las mujeres de Uruk, cuya diosa patrona era Ishtar, “la gran prostituta” diosa de la fertilidad y la guerra. De aquí el punto revolucionario que da un pilar para una teoría de la humanización. La sexualidad.

“La clave de la humanidad parte del amor expresado por una sexualidad desinhibida; en ella se encuentra la semilla primera de la socialización”[13]

Gilgamesh debe enfrentarse con Enkidu cuando este sea un hombre civilizado, casado con las normas de la humanidad. La prostituta pondrá fin a las relaciones zoofílicas y comportamientos animales de Enkidu, quien ha dejado ya de ser un Lullù y ha adquirido juicio y conocimiento gracias al apareamiento de siete días y siete noches. Al obtener estas facultades se convierte en un exiliado de la naturaleza, el mundo que conocía antes se transforma en un Paraíso perdido, es menester que siga adelante y se adentre en la ciudad, lugar en el cual hallará el punto culminante a su humanidad, la amistad.

Ahora bien, mientras que pasa la enseñanza amatoria del montaraz, el aprendizaje transcurre con una cadencia infinita. Pareciese como si el amor practicado por Enkidu engendrara en Gilgamesh los sueños de su destino.

Tiene dos sueños de difuso contenido, atormentado por ellos acude a su madre la divina Ninsun. En dichos sueños ve el encuentro con su amigo y se siente debilitado por la fuerza de su igual, enternecido por cómo le ama y afligido por no entender lo que significa. El primer sueño consiste en una lluvia de meteoritos que caen encima de Gilgamesh, quien al caer “susurra sobre él[14], [Enkidu]”.

Dice Gilgamesh a su madre “lo levanté y lo dejé a tus pies, y tú, tú misma lo hiciste clavado a mí.” Ninsun[15], no se turba con el relato del rey, al contrario procede a explicarle el significado de sus sueños; le pronostica que alguien hecho a su medida llegará con premura. El segundo sueño trae al rey aún más desasosiego. Ha soñado con un hacha que está rodeada por un corrillo de las gentes de Uruk, el hacha acompañada de la turbera permanecía impasible, “el rey la ha amado como a una esposa”[16] la ha llevado hasta los pies de su madre.

Yo la recogí y la dejé a tus pies

- que yo la quise como a una esposa

Y la cubrí de caricias-

Y tú, tú misma, la hiciste clavada a mí.”

Ninsun vuelve a responder a la consulta de su hijo con la misma actitud de serenidad que ha tenido anteriormente, le dice que el hacha que ha visto es:

“(…) !Un hombre!

Tú lo querrás como a una esposa, lo cubriras de caricias,

Y yo, yo misma, lo haré clavado a ti.

Es que se acerca hacia ti

Un fornido compañero

Que va a salvar al amigo.

En la comarca, es el más fuerte:

-vaya fuerza que tiene!-

Como una roca del dios del Cielo

Es su fuerza poderosa”[17]

Gilgamesh se tranquiliza cuando su madre le interpreta los sueños; se siente complacido por ver que tendrá un “amigo, un compañero”; agradece el consejo de su madre. Estos sueños que ha tenido el soberano no se nos cuentan como una vivencia propia de Gilgamesh, se nos transmiten por boca de Shamhat, quién le cuenta a Enkidu los designios que el rey tendrá que enfrentar. Ante lo anterior, creería yo que la narración de la ramera es una especie de sueño confeccionado para la indómita criatura, quien va desentrañando los lazos de su ensueño de ser hombre. Ambos hombres se sueñan, se buscan entre el serpenteo del designio de los dioses.

Al fin y al cabo, pareciese como si la esfera que circunda todo lo que versa los sueños explícase también todo lo que ocurre en el sino, y en tanto que explica el destino explica las bodas. “El destino de la gente es buscar esposa[18]” es un dicho popular que se incorpora al texto en el enfrentamiento entre los dos amigos. Las dos mujeres, Ninsun y Shamhat, son las portadoras de una clarividencia que permite el encuentro. La primera por ser la interpretadora de sueños y la segunda, por ser quien principia la humanidad en la pureza[19] de Enkidu. Shamhat es quien patrocina un propósito a la vida del “venido de lejos“. En Enkidu, el sueño de Gilgamesh es el puerto que da significado a la existencia.

Me guió de la interpretación propuesta tanto por Hecker, como de Drafkorn Kilmer, para mi siguiente hipótesis.

Según los teóricos mencionados es interesante como los dos sueños de Gilgamesh tienen símbolos de extraña ambigüedad, pues al parecer podría tratarse de juegos con el lenguaje. La primera imagen, la del meteorito es Kirsu, que suena muy similar a Kerzu, palabra que significa “jovén de pelo rizado” con esta designación se conocía a los muchachos que dedicaban su vida a la prostitución. La segunda imagen, la del hacha, es Hassinu, que suena como Assinu cuyo significado literal es “jovén que se prostituye[20]

Las figuras del sueño son recurrentes al contexto de Uruk. Albert Champdoor en su libro “Babilonia” nos habla de las fiestas realizadas a nombre de Ishtar, diosa patrona de la cuidad de Uruk. Quién pide en su culto rituales que ponen a flor de piel los placeres carnales y el hermafroditismo; muchas veces los hombres se entregaban a la autocastración en medio del éxtasis de las celebraciones, sin embargo, no olvidemos que Ishtar es la patrona de las prostitutas, de los kersetu, samhatu y harimtu, los cuales eran diferentes jerarquizaciones para ejercer el oficio de la prostitución. Estas personas que ejercían este oficio estaban más o menos ligadas a los templos.[21]

En todo caso, la labor de la ramera ha funcionado, vemos a un Enkidu saciado, Un hombre al que rehuyen las bestias; el apareamiento lo vuelve similar a un dios, sin embargo, y a pesar de las lícitudes del pueblo de Uruk, no podemos decir que la prostitución sea una manera ejemplar de establecer relaciones. La sociedad babilónica era bastante tradicional, el matrimonio era la única vía para la reproducción y por supuesto para la procreación. Esta estructura claramente familiar, se pone en juego cuando la responsable del proceso de humanización es una mujer tabuizada; es sin duda una gran provocación a la forma convencional de las relaciones como dice San Martín en su prólogo.[22]

Al leer con cuidado la epopeya y al apreciar los estudios del Gilgamesh y obras que se anexan al bagaje intertextual que le componen; se me ha ocurrido proponer una relación de caminos que canalicen la enseñanza que recibirá Gilgamesh, con la muerte necesaria de su amigo Enkidu. Para eso quisiera contar con lo expuesto anteriormente, apropósito del doble canal que existe para comunicar, tanto el exceso del regente, como el avistamiento por parte del cazador a Enkidu. La creación de éste implica el descubrimiento del olvido de sí mismo, la pérdida de la pureza. Por otro lado para Gilgamesh, significa la memoria, la virtud. Ambas acciones son simultaneas y permiten que se intercalen facetas que posibilitaran el encuentro.

No es sólo la típica dicotomía entre civilización y Barbarie, en que tanto se concentran los historiadores, sino también el paralelo entre los mundos del sueño, y los de la vigilia; el olvido, la memoria; la espalda y el frente. Ya que ambos contrarios se repliegan y crean un figura unitaria, en un momento casi que in distinguida. El oxímoron es la paradoja que encierra la ambigua situación humana dentro del contexto del Uruk de ese entonces. Las imágenes disparejas acuñan un fervoroso escepticismo no sólo religioso, sino humano. Pero me estoy adelantando al tema, por lo que respecta a este momento puedo preguntar que ¿ Si a Enkidu lo vuelve un hombre civilizado Shamhat, Enkidu con estos símiles de prostituta no podría volver a Gilgamesh, a ese gran soberano, baluarte de Uruk, un verdadero hombre? ¿Acaso este proceso tiene su conclusión en el montaraz, o es el montaraz quien otorga a Gilgamesh la verdadera enseñanza sobre la condición humana? (recalcando el hecho de que Gilgamesh está desprovisto de espalda, de antecedente). ¿No es este encuentro el descubrimiento de la muerte, el gran sueño humano? ¿No es Gilgamesh un Enkidu que en intermitencia permanece “viniendo de lejos”, como un hombre de barro, carente de propósito?

Quizás el motivo de mi búsqueda es encontrar que la humanización no termina con la amistad, sino con la transformación y la aparente toma de conciencia de Gilgamesh, la cual puede ser la gran conclusión de un sueño sin fin.

He marcado situaciones esenciales en las que se identifican.

a) el destino:

b) Las bodas

c) el sueño

Un análisis del encuentro, supondrá estas variantes en los contextos de:

a) El sueño y la Vigilia. (estructura de la obra basada en las tres fases de la vigilia)

b) La vida y la Muerte

c) La ilusión del durmiente, el desasosiego del hombre despierto.

Esbozada la ruta de estudio espero poder acercarme a la ventana que conduce los ojos hacia aquel nefasto hombre que parecía un rey pero sólo era un viejo, un hombre venido de lejos.


[1] Anu es el dios del cielo, es el padre de los dioses, hijo de Anshar y Kishar (Enuma Elish tablilla 1) Su nombre viene del sumerio AN (Cielo).

[2] Ishtar, es la diosa de la guerra y del amor, se le identifica con el planeta Venus. Esta diosa es venerada en toda Mesopotamia, su templo estaba en Uruk.

[3] El que vió lo más hondo, estas son las primeras líneas del poema, líneas que dan su nombre al texto, como lo pedía la usanza de la época, la cual consistía en titular a un poema de acuerdo a sus dos o tres primeras líneas.

[4] Nos dice Joaquín Sanmartín que el nombre de GIL.GA.MESH. Tal y como lo leemos hoy día ha sido el proceso de una evolución lingüística que el tiempo y la fama han desarrollado. En algún momento a mediados del III Milenio a.n.e la forma sumeria Bilga, produjo una variante fonológica, de carácter popular, que torno el Bilga en Gilga, Gilga es como se dice en Acadio. La forma original, parece poco transparente como nos declara el catedrático, “el nombre es poco transparente, su origen es inseguro y también su significado” San Martín (16)

[5] San Martín página 94.

[6] Uno de los nombres de la diosa madre.

[7] /tablillas/ Nin/Bab/ San Martín pg 96

[8] Harimtu: prostituta sagrada, vínculada a los oficios de Ishtar, la gran prostituta, La harimtu era una mujer segregada, una <>, tabuizada, (de la base verbal Haramu) Que vivía al parecer en un burdel anejo al templo. La palabra que nombra a esta mujer proviene del adjetivo acadio Shamu, que a su vez proviene del verbo samahau, cuya traducción podría ser magnífico. Su nombre vendría a significar “la magnífica” lo cual sería muy verdadero si consideramos los atributos de la mujer en su labor de humanizar a Enkidu; San Martín página 198, nota 46, etimología del nombre: San Martín, página 143.

[9] Lullù es equivalente a Amellù, también a Allùlu.

[10] <> persona civilizada.

[11] Mario Liverani; El antiguo Oriente, Editorial Crítica Arqueológica; El antiguo Oriente, historia, sociedad y economía. Pág 47.

[12] El vocablo Mehru quiere decir copia, réplica, doble o rival, curiosamente también parece significar sacrificio. ¿Acaso Enkidu es el sacrificio de la adultez de Gilgamesh?

[13] San Martín. Pág. 89-

[14] “su amor susurrará por ti, la consignación se da en forma acadia Da.du.shu I.hab.bu.bu, esta frase está cargada de la connotación de las relaciones homosexuales del rey de Uruk.

[15] En sumerio señora de las vacas (salvajes), en la Epopeya: Rimat- Ninsun <> Era la madre de Gilgamesh, fue divinizada como consorte de Lugalbanda.

[16] San Martín página 107.

[17] Ibíd Página 108

[18] tablilla II

[19] Al ser Enkidu creado en la naturaleza es un ser puro, pues no ha tenido contacto con hombres, la pureza es un valor que es remplazado y menospreciado a cambio de la necesidad de civilidad como hemos visto anteriormente.

[20] Datación encontrada en aparato crítico de la edición de Trotta de Joaquín de San Martín. Páginas 115 y 114.

[21] Ibíd Página 198 nota 46.

[22] Ver Página 89. Ibíd.

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